Amigos lectores:
I. Abre esta edición concentrada en las artes visuales, con El arco de las majas, espléndido ensayo de Luis Pérez-Oramas dedicado a Armando Reverón. “En términos de la pintura convencionalmente moderna pudiéramos decir que el de Reverón es un lugar raro, un lugar que escapa a las categorías de la historia del arte: antes o después de la luz, antes y después del impresionismo. No deja de tener su importancia –pero no es el caso discutirlo en estas páginas– que Reverón ignore la estadía impresionista, como si no necesitara pasar por ella y en vez de ello, retrocediendo a la oscuridad de la cueva –útero acuoso y generador–, entrara directamente en la vía del deslumbramiento: la de la luz que des/obra. Reverón hace, pues, de nuestra modernidad, que con él se instaura, una de atajos improbables e inesperados, en todo excepcional y excéntrica. Modernidad en la que no hay, por exceso de belleza y de complejidad figural, nada claro y distinto: solo sombras, solo rastros, solo espectros, eclipses solo”. Páginas 1 y 2.
II. Pasa que en la UCAB permanece abierta -hasta el 26 de julio- la exposición Fotografía reveroniana: la construcción de un personaje, que reúne imágenes de Graziano Gasparini, Jorge Humberto Cárdenas, Margot Benacerraf (reciéntemente fallecida), Ricardo Razetti, Soledad López y Victoriano de los Ríos. Organizada por la UCAB y El Archivo, la curaduría corresponde al escritor y crítico de arte Víctor Fuenmayor.
III. Así, la página 3 trae un texto de María Teresa Boulton: Armando Reverón fotografiado: “fotografiar a Reverón fue un acontecimiento particular, no solo porque fue un pintor, artista excepcional, sino porque su vida, temperamento, costumbres, fueron también muy particulares. De hecho, mientras vivió a partir de 1920, en una suerte de choza-taller en Macuto, llamado El Castillete, junto a su compañera Juanita y las muñecas que lo acompañaron hasta el final de sus días, fue una persona que produjo excepcional curiosidad”.
IV. Le sigue, página 4, la entrevista que José Antonio Blasco le hizo a Víctor Fuenmayor. El intercambio sobrepasa los límites de la exposición referida, y se interesa, especialmente, por su trayectoria como pensador y ensayista. De Reverón dice: “La experiencia pictórica de Reverón es única e inclasificable: sus procedimientos se fundan en la alteración de la consciencia, logrando captar el misterio de la figuración en el umbral entre la antirrepresentación pictórica y la figuración inconsciente. El procedimiento del duende exige una evasión real y poética del mundo que dominará tanto la creación pictórica como la vida de Reverón. El artista construye la imagen aduendada y se autoconstruye como personaje escénico en la arquitectura escenográfica de El Castillete”. Algo más: Fuenmayor cuenta que este año será publicado Armando Reverón: la cábala personal. Del toque a la antirrepresentación.
V. Como cierre de este dossier, reproducimos la narración de la peculiar visita-entrevista que la periodista Carmen Clemente Travieso (1900-1983), le hizo a Reverón sin previo anuncio, que fue publicada en El Nacional el 9 de mayo de 1946. La copiamos de 70 años de entrevistas (Banesco, Grupo Cyngular, 2012). “Llegamos a la reja: una reja de palos rudos, fuertes, atada con una fuerte cadena. Las paredes formadas de enormes piedras, dan la sensación de una fortaleza inexpugnable. Por fuera, la mansión –porque no es casa, sino mansión– es algo admirable, solo concebida por un hombre original, por un solitario. Una muralla de piedra con altos ventanales la circunda. Dentro una choza primitiva rodeada de árboles frutales y crías de animales. Armando Reverón da la sensación de un hombre íntimamente ligado a la naturaleza, de ser primitivo y rudo, por su lenguaje, su vestimenta, su alimentación, su manera de trabajar”.
VI. El historiador José Alfredo Sabatino Pizzolante nos devuelve a Henrique Avril (1866-1950), fotógrafo viajero, reportero gráfico, pintor y más. “A diferencia de sus contemporáneos, no solo fue un extraordinario fotógrafo sino un verdadero artista que atrapó la imagen en retratos, paisajes, escenas criollas, postales, dibujos y cuadros al óleo. Una vasta obra repartida, lamentablemente, entre particulares y pocos archivos públicos y privados, lo que dificulta apreciar su obra y abordar su estudio. De allí que sea un artista del que podemos descubrir algo nuevo a cada instante”. Página 6.
VII. Escribe Aglaia Berlutti, escritora y fotógrafa, sobre Black, fotolibro de Ernesto Costante: “Black no es un libro sencillo ni espera serlo. En especial, en una época de optimismo forzado y la insistente necesidad de entender el bien a través de un solo cúmulo de experiencia. Pero Costante lo evita y crea, en imágenes, sus propias historias sobre monstruos, fantasmas y terrores que se insinúan a través de sus pequeños detalles. La oscuridad se despliega en las páginas e investiga con cuidado la naturaleza humana”. En la página 7 se incluyen siete imágenes del artista.
VIII. Muchos lo deben haber leído: el fotógrafo venezolano Alejandro Cegarra fue reconocido con el Premio World Press Photo 2024 por su proyecto Los dos muros. Una de las imágenes, la de un migrante que salta desde el techo de un vagón a otro (que desplegamos aquí), ha sido reproducida en diarios de Europa y Estados Unidos. En la página 8 viene la entrevista que le hizo Mónica Pupo. En la siguiente, reproducimos siete imágenes de Los dos muros, sin duda, un trabajo notable e inquietante.
IX. María Cristina Capriles nos cuenta del libro Hitos del cine venezolano. 87 películas, 87 carteles, de Gil Molina y Ricardo Báez. Se trata de esto: Del recorrido de casi 130 años que tiene el cine venezolano, escogieron los carteles de 87 películas. El quid del asunto es que Báez, diseñador gráfico, los reinventó. Los reinterpretó y produjo 87 nuevos carteles, todo ello volcado en un libro exquisitamente producido que, además, se ha proyectado en una exposición que estará abierta hasta el 9 de agosto en el Espacio Mercantil, Torre Panaven. De ello habla Capriles en la página 10 y parte de la página 11.
X. Sagrario Berti escribe un breve perfil de talante ensayístico sobre Óscar Molinari (1941-2017), a propósito de su exposición en Spazio Zero: “Creó imágenes en diferentes dispositivos, no solo en cine, también en video, fotografía analógica, y en medios electrónicos con el propósito de representar “realidades alternas” mediante efectos de distorsión que le ofrecían las tecnologías de grabación y le permitían agregarle a las copias cualidades pictóricas. Hería la emulsión de la polaroid o le sumaba pinceladas de color a las reproducciones. Elaboró imágenes de origen pictórico que al mismo tiempo son fotografías pintadas”.
XI. En la misma página 11, Manuel Vásquez Ortega comenta P.V.P. (Precio de venta al público), exposición de Eduardo Vargas Rico en Espacio Monitor: “Con mangos, cabos, brochas, instrumentos y descartes de procesos anteriores, Vargas Rico configura bodegones y naturalezas muertas cuya tectónica obedece a la precariedad de un presente en el que la supervivencia depende de la producción, pero sobre todo de las necesidades de un mercado regido por la excepción y limitado a los gustos del coleccionismo local”.
XII. Dos textos, uno de Milagros Socorro y otro de Nelson Sánchez Chapellín, presentan la exposición Lo que el fuego me dejó, de Nancy Urosa. Sánchez Chapellín habla de la trayectoria de la artista; Socorro de la exposición, que está en el Museo Afroamericano de Caracas: “La artista conceptual Nancy Urosa Salazar despertó un día de octubre de 2007 a tiempo para ser testigo de la fuerza con que un cortocircuito devenía incendio y campeaba por la habitación de sus padres. En minutos, el lugar fue campo de batalla entre dos titanes furibundos, el fuego y el agua de los bomberos: mientras los muebles de caoba sucumbían a las llamas, los libros y fotos claudicaban al aguerrido chorro. Acostumbrada a la documentación de sucesivas catástrofes, Urosa procedió al levantamiento fotográfico del estropicio”. Página 12.
XIII. Clausura esta edición con la nota informativa de Marjolein Van De Ven sobre la exposición Cantos de ultramar en la sede de la Biblioteca Nacional de Aruba, del artista venezolano radicado esa isla, Samuel Sarmiento: “En las escenas resultantes, Sarmiento mezcla tiempo, lugar y memoria, creando una nueva imagen que atraviesa todas estas dimensiones. Así, la obra funciona como un tema de conversación: sobre de dónde venimos, hacia dónde vamos y cómo nos relacionamos entre nosotros y con el mundo que habitamos”.
XIV. Hasta aquí estas notas de presentación. Dejo mis buenos deseos para todos.
Nelson Rivera.