Las conversaciones entre el ELN y el gobierno de Gustavo Petro están en el congelador y Venezuela paga las consecuencias

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Las extorsiones, el secuestro y el narcotráfico –que niegan en público– son las principales fuentes de financiación de los ‘elenos’ en el país. En Venezuela, los señalan de estar al frente de explotaciones de oro y coltán en la zona amazónica, con la bendición de las autoridades venezolanas. Letreros del ELN en territorio de Venezuela.

Venezuela, la retaguardia estratégica que le da oxígeno al ELN: casi 1.300 guerrilleros se esconden en el país.

Guerrilla en Colombia y grupo paramilitar en Venezuela. Esa definición paradójica aplica, según los expertos, al ELN, el grupo de alias Antonio García que esta semana puso a temblar la estrategia de la ‘paz total’ con el atentado terrorista que mató a tres militares y dejó 25 heridos en Arauca.

En Colombia, las autoridades lo incluyen en la categoría de los llamados ‘GAO’: grandes organizaciones armadas ilegales cuya capacidad de daño y afectación a la población es susceptible de responderse incluso con la mayor arma en manos del Estado: los bombardeos, los mismos que cambiaron hace década y media el curso del conflicto con las FARC.

Es un ‘club’ criminal que no les gusta a los jefes del ELN –en él están también las disidencias de las FARC y el ‘clan del Golfo’– y por eso una de sus exigencias en la mesa de la paz, que además estaban a punto de conseguir, era que el gobierno los sacara de esa categorización, con todas las implicaciones políticas y militares que ello podría conllevar.

Venezuela ELN

Según información de inteligencia, el ELN tendría más de 6.000 integrantes, de los cuales 4.882 se encuentran en territorio colombiano y 1.276 en Venezuela.

En Venezuela, según el régimen de Nicolás Maduro, no hay ELN. Pero lo que todo el mundo sabe es que sus principales jefes, empezando por ‘García’, entran y salen de Caracas. Y que, sobre todo hacia la zona de frontera, hay campamentos ‘elenos’ desde los que se mueven grupos que atacan a la población y la Fuerza Pública en departamentos colombianos como Norte de Santander y Arauca. Son esos mismos actores armados que al lado de allá de la frontera el régimen utiliza para intimidar y mantener controladas potenciales amenazas al poder de la dictadura.

Esa presencia del ELN que Miraflores niega ahora y antes aparece documentada en documentos de inteligencia del gobierno del presidente Gustavo Petro. De hecho, en el documento Apreciación de las Capacidades Críticas de la Amenaza, que realizan las agencias de inteligencia, al que tuvo acceso El Tiempo, se advierte que, a enero pasado, el ELN hacía presencia en 19 departamentos y en territorio de Venezuela.

El documento, rotulado como secreto y de seguridad nacional, hace lo que se llama un conteo del enemigo. Y revela que de los 6.158 integrantes de esa guerrilla, 4.882 se encuentran en territorio nacional y 1.276 en Venezuela. Allá también se mueve hace años ‘Iván Márquez’, el jefe de las disidencias de la llamada ‘Segunda Marquetalia’. De allí que la posición de Maduro en Venezuela sea considerada por muchos como un factor clave para el éxito o fracaso de la ‘paz total’ en Colombia.

Con el ala más guerrerista, la de ‘Antonio García’, ratificada en el mando en su reciente congreso, el ELN ha aprovechado la ‘paz total’ para afianzar su amenaza en los que considera sus territorios ‘históricos’ (Arauca, Norte de Santander) y para fortalecer su trabajo de milicias en las grandes ciudades. El atentado contra el Centro Comercial Andino (2017), el ataque contra una estación en Barranquilla (2018), las labores de inteligencia para el atentado contra la Escuela de Policía en Bogotá (2019) y la infiltración de la protesta social en el 2021 dan cuenta de la magnitud de esa amenaza. Simultáneamente, pero con resultados más bien adversos, ha iniciado avances para disputar el control en zonas de las disidencias y el ‘clan del Golfo’.

Las extorsiones, el secuestro y el narcotráfico –que niegan en público– son las principales fuentes de financiación de los ‘elenos’ en el país. En Venezuela, los señalan de estar al frente de explotaciones de oro y coltán en la zona amazónica, con la bendición de las autoridades venezolanas.

El ELN ya entró bastante fuerte a la negociación, pero el cese le permitió controlar algunos territorios, sobre todo frente a otros actores que querían estar ahí. Eso finalmente es lo que redunda en un gran golpe a las comunidades que siguen pidiendo alivios humanitarios y no los consiguen, dice Angelika Rettberg, analista en temas de paz y conflicto.

¿Qué pasa en las regiones?

Tatiana Prada, investigadora de Conflicto y Seguridad de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), considera que, en términos de fuerza militar, el ELN es hoy muy similar al que empezó hace dos años este proceso, lo que puede significar, una buena noticia. Al hablar del carácter político del grupo, la investigadora señala que el ELN conserva unas bases sociales significativas en sus zonas históricas: Arauca, Catatumbo (Norte de Santander) y el sur del Cauca.

Es un ELN que sigue teniendo una relación muy importante y estructural con Venezuela, con el gobierno venezolano especialmente. Y que conserva dentro de sus lineamientos y sus objetivos estratégicos el acompañamiento y la defensa de ese proyecto político que hay en el vecino país y que abandera Nicolás Maduro, señala Prada.

Y agrega que al ELN no le ha ido bien en la búsqueda de nuevos espacios territoriales. Nos seguimos encontrando con un ELN muy similar o igual al del 2022, estratégicamente posicionado en dos ejes: el oriente del país y el andén Pacífico, donde está debilitado por la pérdida del frente ‘Comuneros’, en Nariño.

Luis Fernando Trejos, experto en conflictos, señala que el caso de ‘Comuneros del Sur’ es una evidencia de las dificultades que está teniendo el Comando Central del ELN, tanto en el plano de control de fuerzas como en el militar. Lo mismo está sucediendo en el sur del Chocó, donde tiene una guerra que pierde todos los días con el ‘clan del Golfo’, que avanza desde el norte. Y hay un escenario similar en el Bajo Cauca, zonas de Antioquia y el sur de Bolívar, asegura.

Fuerza paramilitar

Hugo Acero, experto en seguridad ciudadana y conflicto, recuerda en todo caso que según la Defensoría del Pueblo, en el 2022 el ELN tenía injerencia en 189 municipios, pero durante el 2023 su presencia se extendió a 231 en 19 departamentos. Hoy casi la totalidad de sus frentes están dedicados a las rentas criminales, como el narcotráfico, la minería ilegal y la extorsión. Lo que lo hace un grupo con capacidad económica para seguir creciendo y para ejercer con mayor violencia sus actividades criminales, afirma.

Acero resalta que el ELN en Venezuela actúa más como una fuerza paramilitar en apoyo del gobierno de Nicolás Maduro. Lo que en su concepto influye de manera negativa en las conversaciones de paz en Colombia. Pues mientras cuente con apoyo de la dictadura y los recursos de las rentas criminales difícilmente la guerrilla estaría pensando seriamente en salir de la ilegalidad a través de un proceso de negociación.

De hecho, el momento de zozobra que enfrenta el régimen tras el resultado de las elecciones del pasado 28 de julio y la fuerza de los sectores que protestan por el denunciado fraude contra Edmundo González es un factor a considerar, pues difícilmente Maduro estaría dispuesto a debilitar el esquema armado no oficial con el que mantiene el control en amplias zonas y en el que el ELN ha sido pieza clave, tanto en el entrenamiento de milicias como en operaciones puntuales.

GDA – El Tiempo de Bogotá